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Ravines, acuarela de Chalo Guillén

El Ravinismo

Publicado: 2011-12-07

Lo que tienen en común Luis Favre y Fernando Rospigliosi

   

Berlín, 1929. Eudocio Ravines Pérez, el ex miembro de una primigenia célula aprista, ha sido enviado por la Komintern para hablar con Haya de la Torre. Debe evitar un enfrentamiento entre el APRA y el socialismo de Mariátegui. Meses antes lo había intentado hacer infructuosamente César Vallejo.

Pero todo intento es inútil. La historia la cuenta el propio Ravines en The Yenan Way (Random House, 1952). El líder aprista había sido seducido por la parafernalia del nacionalsocialismo. Antes, en 1924, Haya había clavado la primera bandera "indoamericana" del aprismo bajo el influjo de la "raza cósmica" del mexicano José Vasconcelos. Ese mismo año pasó por la U.R.S.S., y en febrero de 1927 rompió definitivamente con el comunismo (pero no con el marxismo). Un año después, en 1928, Mariátegui fundaría el Partido Socialista Peruano.

Eso quiere decir que el mapa ideológico peruano se termina de definir en 1929. Al año siguiente del encuentro en Berlín los caminos de Haya y Ravines se separarían para siempre. En mayo de 1930, deiciséis días luego de la muerte de Mariátegui, Ravines funda el Partido Comunista Peruano. En setiembre del mismo año Haya funda el APRA en el Perú.

Pero, ¿qué pasó en Berlín? Es allí donde empieza la historia del fundador del comunismo y el anticomunismo en el Perú, del primer tránsfuga, del primer peruano que vivió veinte años en la izquierda y veinte en la derecha.

Caricatura de Ravines en el libro Detrás de la máscara, de Marilucha García Montero

Lo que le pasó a Ravines en Berlín quizás sea lo mismo que le pasó a Fernando Rospigliosi en algún momento de su vida. Y no solo a él. La lista es larga, e incluye a muchos integrantes de la llamada generación del 68. A varios de Vanguardia Revolucionaria, como los hoy pro mineros Dante Vera, Gilberto Hume y el propio Rospigliosi. A Luis Favre (también conocido como Felipe Belisario Wermus), ex trotskista parisino según la izquierda peruana. Y según esa misma zurda a César Humberto Cabrera, ex miembro del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y hoy Director Regional de Asuntos Gubernamentales y Políticas Públicas de Yanacocha. Pero, ¿cómo se pasa de creer en el maoismo y la lucha armada a defender el espionaje para la Embajada de los Estados Unidos?

Como sucede con las enfermemdades extrañas, los síntomas del viraje fueron bautizados en honor a su primer paciente.  Juan Gargurevich lo llamó ravinismo.

Según los entendidos, Ravines fue un caso clínico. En Detrás de la máscara, 'Marilucha' García Montero lo describe como un eterno "monje sin iglesia" que pasó de beato a aprista, de amigo de Haya a socialista, de socialista a comunista, de agente de la Komintern a agente de la CIA y a cazador de comunistas. Como dice Hildebrandt sobre Rospigliosi, "un extremismo solo se olvida adoptando otro". Con el mismo fervor y el mismo encono.

En la biografía intelectual Perú, país de metal y melancolía (Fondo de Cultura Económica, 2011), uno de los libros del año, Alfredo Barnechea le atribuye a Ravines algunos hitos históricos. El entonces comunista participó en la guerra civil española bajo el pseudónimo de Leopardi, e incluso habría colaborado con la cheka que asesinó a Nin y a Durruti. Años después -durante su exilio mexicano y ya militando en el anticomunismo- combatió a los sandinistas en favor de Somoza.

El Aprocalipsis de Guillermo Osorio. Ravines es

¿Por qué Ravines y todos sus seguidores se pasaron al otro lado del Muro? Barnechea ensaya una teoría. Como muchos comunistas, no pudo soportar las sucesivas purgas stalinistas y los abusos. Tampoco la alianza contranatura entre Stalin y Hitler. Su historia es la del desencanto de un hombre que, en el fondo, era religioso. No toleró los varios niveles de grises que tiene  la política, lo que lo llevó tempranamente a abrazar el cinismo del todo o nada. 

Y quizás fue en el Berlín de 1929 donde Ravines tuvo su primera gran desilusión. Lo que allí vio lo contó en su libro de memorias, The Yenan Way (luego conocido como La Gran Estafa). La edición 73 del semanario Hildebrandt en sus Trece publica precisamente ese extracto.

Carlos Cabanillas


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