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La entente Humala-Vargas Llosa

Inteligencia Militar

Publicado: 2011-12-15

Guardianes y reyes filósofos: la alianza Humala-Vargas Llosa

 

“Los peruanos no necesitamos un filósofo ni un pensador, sino un gerente que sea capaz de resolver y ejecutar las obras.”

                Keiko Fujimori. Junio del 2009

 

La raíz del miedo a una militarización está en una inevitable pregunta ancestral: ¿quién es el más apto para gobernar? El presidente Ollanta Humala ha extendido la pregunta hasta la República de Platón.  Su reciente invocación a “los guardianes socráticos” es una libre interpretación del rol de los militares como protectores del estado.

Pero el dilema se mantiene en pie. ¿Quién es el llamado a liderar esa república? Para Platón es el rey filósofo. Solo él tendría la virtud y la capacidad de estar al mando de "la nave" del estado. La sofocracia platónica se plantea, a grandes rasgos, como una alianza indispensable entre el filósofo y los guardianes (es decir, los guerreros).            

En la Lima actual, pocas propuestas políticas ahuyentarían más a la ciudadanía que una alianza entre intelectuales y militares.

El miedo a la militarización nos dice que un general es lo opuesto a un ser racional. Que quien usa las armas no lee, no discute y no sabe lidiar con las discrepancias. Ejemplos ha habido muchos. Pero se trata, finalmente, de una generalización gruesa. Lo más divertido es que ese lugar común se reproduce en las redes sociales, reino del maniqueísmo y la intolerancia donde hasta el más reflexivo se ve reducido a una burda polarización: me gusta o no me gusta, follow o unfollow, amigo o enemigo.

La historia y la geopolítica lo demuestran. El falso oxímoron "inteligencia militar" no pasa de ser una humorada de Groucho Marx. Pocas instituciones en el país han convocado a tantos intelectuales a sus filas como el CAEM. Para bien y para mal.

Pero el miedo a los intelectuales en el poder es aún mayor. Se les acusa simultáneamente de ser abstractos (como a Bustamante y Rivero) y de tener ideas peligrosas (como a Vargas LLosa). El caso más radical es el de Abimael Guzmán. En su libro Qué difícil es ser Dios. El Partido Comunista del Perú–Sendero Luminoso y el conflicto armado interno en el Perú: 1980-1999 (IEP, 2010), Carlos Iván Degregori precisa que "nunca hubo un movimiento armado en América Latina que diera tal importancia al componente intelectual de su propuesta y a la condición de intelectual de su jefe máximo, el doctor Abimael Guzmán, entronizado en afiches y pinturas con todos los atributos del intelectual: anteojos, terno y libro bajo el brazo". Para Degregori, Guzmán es el "rey filósofo (que) buscó aliarse con los bárbaros, no para destruir la ciudad letrada sino para tomar el poder dentro de ella con el fin de resaltar todavía más la distinción entre letrados y bárbaros".

Por eso la reciente alianza entre Ollanta Humala y Mario Vargas Llosa sorprende y genera terror en cierta clase alta limeña. Además, confunde. Se trata de una relación en la que se han invertido los roles clásicos. En este caso en particular, el intelectual es el guardián. Es él quien articula la narrativa de las decisiones que toma el "rey militar". Hubo antecedentes similares en la historia contemporánea. Quizás el más notorio fue el de Juan Velasco Alvarado leyendo los alambicados discursos del sociólogo de Cornell, Carlos Delgado. También podría mencionarse el pedido de renuncia dirigido a Leguía que el propio Bustamante y Rivero le ayudó a escribir a Sánchez Cerro.     

Pero la entente Humala-Vargas Llosa es única. Primero, porque intenta liderar un gobierno democrático. Y segundo -y esto sí es profundamente platónico- porque se trata de una alianza entre líderes con una doble formación. Por un lado, Vargas Llosa ha sido disciplinado bajo la férrea estructura militar del Colegio Leoncio Prado. Por el otro, Humala ha sido obligado a peinar la biblioteca sanmarquina de su padre, Isaac Humala. Basta una mirada a la historia de la célula Cahuide para comprender lo entrelazadas que están ambas familias. Y lo mucho que ambos se parecen entre sí, no solo cuando corren por las mañanas.

Carlos Cabanillas


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